Se trata Green Bank, un lugar designado por el censo ubicado en el condado de Pocahontas en el estado estadounidense de Virginia Occidental. En el Censo de 2010 tenía una población de 143 habitantes y una densidad poblacional de 16,85 personas por km².
Un telescopio, el causante de todo
Este pequeño pueblo está situado en una de las áreas calificadas por Estados Unidos como "National Radio Quiet Zone". Se trata de áreas geográficas en las que no se permiten transmisiones inalámbricas no controladas. En este caso el motivo queda a la vista nada más llegar a la zona.
Se trata del gigantesco telescopio Robert C. Byrd de casi 150 m de altura domina el paisaje y está muy cerca de este pueblo que pronto podría tener muchos más habitantes que los 143 con los que contaba su censo hasta hace poco: se está poniendo de moda para los que afirman sufrir esta dolencia o enfermedad que muchos califican como un problema de salud mental.
Ese telescopio en particular no "contempla" el espacio, sino que más bien lo "escucha". Su funcionamiento se basa en la recolección de la radiación electromagnética que emiten todo tipo de cuerpos celestes y que revelan cosas que las imágenes no pueden desvelar. Esa información debe estar limpia de contaminación electromagnética, y eso hace que este tipo de comunicación esté prohibida en las cercanías de esas instalaciones.
¿Es posible la existencia de una ciudad no conectada?
El gobierno de los Estados Unidos ha tenido que aprender paso a paso las consecuencias de este tipo de restricciones. Cuando se creó esa zona libre de emisiones de radio el siglo pasado lo primero que se reguló fueron las emisiones de radio AM, y luego se pasó a coartar la utilización de pagers y de los primeros teléfonos móviles.
Pero esas transmisiones se han multiplicado. Todo en nuestro mundo parece estar destinado a estar comentado, y estándares como los que afectan a la conectividad WiFi, Bluetooth o NFC son solo parte de un problema que hace que en Green Park y toda la zona las restricciones tengan que ser actualizadas para que el telescopio pueda funcionar sin que exista contaminación.
La cosa ha ido a más incluso en el campus del observatorio, donde solo se permiten vehículos diésel -el mecanismo de encendido de los de gasolina provoca radiación que interfiere con los campos estudiados-. Incluso el microondas de la cafetería está encerrado en una caja especialmente desarrollada para evitar las radiaciones que emite.
El National Radio Astronomy Observatory (NRAO) que gestiona esa regulación ha tenido que crear un organismo específico para ir adaptándose a los nuevos tiempos. Los miembros del llamado Interference Protection Group afirman que su labor "es más un arte que una ciencia": se dedican a perseguir las ondas, averiguar su origen y tratar de evitar el uso de cualquiera que pueda afectar a las operaciones del observatorio.
Pero el reto es cada vez mayor: todo hoy en día quiere estar conectado, y muchas de esas conexiones dependen de las transmisiones inalámbricas. La presencia de esas ondas es casi permanente en nuestras vidas, y salvo que consideremos la vida en áreas despobladas o casi vírgenes, parece imposible pensar en la construcción o existencia de un pueblo o ciudad no-conectado que pueda ser viable. En Green Bank desde luego están afrontando ese reto.
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